Sírvanse los ricos de los pobres. Háganlo. 

Los ricos en conocimiento utilicen a los pobres, pídanles, ruéguenles aprender. Úsenlos como medio para hacerse más ricos, para hartarse de conocimiento. Pero si les van a dar trabajo, que sea bueno, que la información que les transmiten sea de aprendizaje y no de presunción. Háganse más ricos en sabiduría, que esa vale más que mil billetes. Hay que usar a la gente vacía, y llenarla; de colores y de emociones.

Sean ricos esclavos. Yo, la esclavitud se la ofrezco al artista, quien es mi amo y señor, que me tome y me venda en el mercado como Jean-Léon Géröme. Ser esclavo del arte es entregar la vida a esas condiciones, de pobreza, de ignorancia. Y mi deuda es con la vida, que me da arte y no se está listo a romper lazos, si se piensa abolir la esclavitud con la ignorancia.

Y en portada es la muestra más fea de todas, el color. El color abandona a los ojos pero es la muestra sublime de saber que estamos vivos, es eso que históricamente evoluciona y se considera realeza, ese azul que viene desde el lapislázuli, al ultramarino y llega hasta el IKB. Detestable saber, gracias a Newton, que el color no existe. Qué es una ilusión óptica, y se lo debemos a la luz, que nos da oscuridad. Eso sí es feo. Pero ¿qué es feo? más que un adjetivo. El arte no debe ser bello, el arte debe tener un adjetivo, el que tú le pongas. Y aquí, apreciaremos al arte con todos los sentimientos, y con los ojos abiertos. 

Soy mecenas, de todos los artistas muertos que han dejado un legado, que muertos me dan vida. Mecenas de la historia del arte. Bienvenidos.

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